El maestro es ahora el científico. Ya no basta
con transmitir conocimientos que muchos científicos investigan y descubren. Así
pues, debemos educar para crear nuestro propio futuro y no imitadores en un
modelo de sociedad determinado. Para ello, el aprendizaje cooperativo se
convierte en el principal motor para hacer posible esta nueva forma de aprender,
enseñar y educar. También es importante no olvidar para hacer posible esta
nueva forma de educar, que el estar en clase no quede reducido y empobrecido a
un “trabajar juntos” sino más bien un “vivir juntos”. Es decir, que el encuentro
que establecemos con nuestros alumnos/as sea personal y no sólo limitarnos a
estar delante de ellos/as.
Dejar el aprendizaje por imitación y
desplegar las alas para aprender por sí mismo
Según Carlos González (2013), como maestros/as
debemos descubrir a las personas que hay detrás de cada personaje que
interpretan. Sabemos que cuando se produce un conflicto en el aula con un
alumno/a determinado, es entre el personaje que él interpreta con el personaje
que el maestro/a también interpreta. Debemos romper con ese miedo que muchos
maestros/as tenemos. Debemos dar en clase lo que sentimos. Entonces cuando el
maestro/a aprende a trabajar detrás de los personajes, de sus alumnos/as, hay algo
más que un simple personaje, entonces los problemas en clase no rompe la
relación entre maestro/a y alumno/a, al revés, la enriquece.
Por tanto, el maestro/a es un ambientador en
clase para que esa sabiduría, esa genialidad que cada uno llevamos dentro
aflore. Lo cual el maestro/a debe tener una fe ciega en que dentro de sus
alumnos/as hay algo esencial que debemos descubrir. ESE ES EL SECRETO.
Dicho
esto, podemos decir que la educación es como un “Huevo Kínder Sorpresa”. Tenemos que sorprender a nuestros/as
alumnos/as, a la vez que tenemos que entender su interior, ya que en ellos se
esconde una satisfactoria sorpresa que tenemos que descubrirla. Por tanto, consiste en traer la vida a la clase y no dejarla colgada junto
con el cuerpo y los sentimientos, tanto del maestro/a como del alumno/a, en un gran armario invisible que hay a la
entrada de nuestras aulas, tal y como señala Rosa María Caparrós Vida
(2005) en su libro Nuestras voces y el
cometa de los sueños posibles.
¡Hasta la próxima entrada!